Si hace unos 2500 años le hubieses preguntado a un griego antiguo por el destino, te hubiese hablado de una especie de fuerza que controla todo, desde la vida de cualquier ser humano hasta el bicho más insignificante que puebla la Tierra. Pero, ¿de qué estamos hablando?
Se considera destino a una especie de fuerza sobrenatural que es capaz de actuar tanto sobre los sucesos como sobre los seres humanos. Es decir, todo aquello que nos ocurre a lo largo de nuestras vidas estaría marcado por una sucesión de acontecimientos inevitables ya previstos y de los que no se puede escapar que serían obra del ya citado destino.
Así pues, el concepto de destino se contrapone al de azar, ya que no existiría la suerte en el mundo. Es decir, todo cuanto acontece estaría ya predestinado por una especie de fuerza desconocida que nos empuja a actuar como lo hacemos.
Dicho concepto tiene toda su fuerza en una corriente filosófica llamada determinismo. Según esta forma de pensamiento, nada de las acciones humanas sucede por casualidad, sino por causalidad. Es decir, la vida es una especie de cadena de causa y consecuencia, alejado del azar y de los sucesos aleatorios.